Voy al estudio, Rafael me entrega un CD-R marca Princo, camino presuroso hacia mi carro. Subo, prendo el contacto y escucho la primera canción: Todo está en su sitio, ¡suena del carajo!
Mi voz parece la de un cantante de verdad y ya no los torpes alaridos de los ensayos, todo gracias a dos recursos de los ingenieros de mezcla: la ecualización y la compresión. Ahora si pues, ya no me da verguenza que escuchen mi voz, ya sea mi novia, mi vieja o Rick Rubin.
Llamo a Carlos al cel para sacarle pica: "¡yo tengo la mezcla y tú no!". Él me suplica por que no la siga oyendo hasta que estemos los tres juntos. Me cago en su petición y subo el volumen al máximo. No me pidas tanto, Reimond.
Llego al depa de Iván, quien también está ansioso y casi me arrancha el disco de las manos. Lo ponemos en su equipo super-ultra-mega-hiper-bass-reloaded-stereo-surround-sound-system. Un equipo de sonido que va con él: siempre queriendo "enchular" todo, nunca conformándose con el diseño de fábrica. Como su carro, como su departamento, como su batería. El equipo, en apariencia, es como cualquier otro de su especie. El detalle radica en que este energúmeno le conectó un parlante de discoteca, esos que están forrados con un feo peluche negro y que exageran los graves para obligarte a mover el esqueleto.
El disco empieza a sonar. No pasan ni tres compases y el ansioso Pantro empieza con su "no me gusta la batería...", "mis toms parecen de cartón...", "mucha guitarra..." Y justo cuando entro en un ataque de intolerancia hacia la opinión disímil, llega Carlos al depa.
La premisa de esta reunión era escuchar la mezcla en diferentes contextos sonoros: con un equipo exagerado (como el de Pantro), en los modestos parlantes de un televisor, en el carro, en un equipo "normal", etc. para ver cómo se comporta la mezcla. Pensábamos: "si se escucha bien incluso en las condiciones más austeras, cualquier oreja la disfrutará". Qué equivocados estamos. Hoy descubrimos que no existe un sonido "universalmente bello". Todo, absolutamente todo, es cuestión de gustos y de costumbres, y la música no es la excepción. Por eso existen miles de modelos para equipos de sonido. Y de ahí que exista gente que, sin padecer de problemas neurológicos, considere a los Beatles una buena mierda o a Cannibal Corpse como un verdadero placer para los oídos.
La cosa es que a Pantro no le gustó la mezcla. Nos mostró ejemplos de cómo debería sonar su batería y la verdad, para mis orejas, esos sonidos no le van a nuestra música. Pero, como decía, son mis orejas. Carlos tiene otras. Iván tiene otras. Si así de difícil es llegar a un acuerdo entre tres, ¿cómo harán los Radiohead que son seis?
Po otro lado, descubrimos que cuando escuchas algo en diferentes equipos de sonido, por más que coloquemos el ecualizador en flat e, cada uno de ellos, el sonido es bastante distinto. Lo loco es que son cosas que no percibimos cuando escuchamos un disco de los Red Hot o de Janes Addiction. En general, son detalles que le perdonamos a nuestros ídolos, pero cuando se trata de TU disco, esos detalles te joden.
Pero bueno, recién lo tenemos desde las 6pm y ya nos hacemos bolas. Hemos quedado escucharlo bien cada uno por su lado un par de días y luego volver a reunirnos, para luego designar a uno de los tres para que asista a Rafael en la próxima sesión en el estudio: la de corregir esta primera mezcla y dejarla lista para la masterización.
Ya les iré contando en que queda todo esto. Por ahora, pondré una vez más el disco, cerraré los ojos y trataré de comprender a Iván.
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